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El futuro del tabaco
El cultivo del tabaco se enfrenta a diversos retos que condicionan su futuro y que se analizan en este artículo.
Hablar del tabaco en Extremadura es hablar de historia, de tradición, de empleo y de futuro. Nuestro cultivo no es un sector cualquiera: supone más del 95 % de la producción nacional y es la base económica de comarcas enteras en el norte de la región, desde La Vera hasta el Campo Arañuelo o el Valle del Alagón. Allí el tabaco no es un complemento, sino el motor que sostiene a miles de familias y el que mantiene vivo el tejido económico y social de nuestros pueblos.
Hoy el sector se encuentra con muchos retos y desafíos que afrontar: Los costes de producción que se dispararon con el COVID y la guerra de Ucrania, la patente escasez de mano de obra y ausencia de relevo generacional, la falta de herramientas fitosanitarias, la presión normativa cada vez mayor y los mensajes poco alentadores que llegan desde Bruselas. Pese a ello, nuestras cooperativas han demostrado profesionalidad, innovación y capacidad de competir en el mercado europeo con un producto de máxima calidad. La pregunta que muchos se hacen es: ¿tiene futuro el tabaco en Extremadura? Y la respuesta es clara: sí, lo tiene, siempre que se den las condiciones necesarias para garantizarlo.
Quienes plantean que el norte de Extremadura puede prescindir de este cultivo desconocen la realidad. El tabaco es el eje económico de la zona, el cultivo y la transformación del tabaco generaron 70 millones de euros que representan el 4% del Valor Añadido Bruto de Extremadura. Más de 20.000 personas dependen de él y pensar que todo ese entramado puede sustituirse de la noche a la mañana por otro cultivo es sencillamente desconocer la magnitud de lo que significa este cultivo para la región.
Por un lado, el futuro depende del mercado. En los últimos años se ha venido produciendo una situación de desequilibrio entre la oferta y la demanda, ha habido escasez de tabaco en el mundo y como consecuencia se han mejorado los precios, especialmente en España. Esto hace que el cultivo sea más atractivo para nuestros agricultores. Esa mayor rentabilidad junto con otros factores como la mecanización del cultivo o la digitalización pueden activar la espoleta del relevo generacional, vital para asegurar el futuro. Sería crucial que nuestro Ministerio de Agricultura aprovechara este momento para firmar los acuerdos plurianuales que las industrias manufactureras han puesto en su mesa y que darían un marco estable de compras de tabaco a medio y largo plazo.
Por otro lado, tenemos el escenario europeo. La Comisión acaba de lanzar el nuevo marco financiero plurianual que reduce la financiación de la PAC en un 22%, la convierte en un fondo multisectorial y desaparecen los dos tradicionales pilares. Introduce unos importes máximos por hectárea que producirían una reducción del 50% sobre las actuales ayudas que perciben los productores de tabaco en Extremadura.
¿Y qué ocurre con el futuro? El tabaco tiene futuro en Extremadura si se le reconoce como cultivo estratégico y singular asociado a áreas y comarcas en las que ha actuado como el motor de su economía. Es algo que ya se ha hecho en las dos reformas anteriores y por lo que se tiene que seguir luchando. Habrá que seguir trabajando en la diversificación, claro está, explorando cultivos complementarios que refuercen la economía de la zona. Pero seamos realistas: hoy no existe ningún cultivo alternativo que genere el mismo volumen de empleo y riqueza. Lo que toca es defender el tabaco y, en paralelo, abrir puertas a nuevas oportunidades, sin caer en la trampa de prometer sustituciones imposibles.
El tercer aspecto básico es el marco regulatorio con las propuestas de la Comisión de revisar las directivas de los impuestos (TED) y de los productos del tabaco (TPD). En este contexto, la presentación del reciente anteproyecto de ley antitabaco nos preocupa profundamente. Respetamos las políticas de salud pública, pero no podemos aceptar que se legisle sin diferenciar entre el consumo y la producción. No se entiende que una medida que afectará muy negativamente a los cultivadores y trabajadores del sector se adopte de forma precipitada sin realizar los pertinentes estudios de impacto y de espaldas a los Ministerios y sectores afectados, provocando daños irreparables. El sector, como siempre, se pone a disposición para aportar su conocimiento y lucharemos para que se nos tenga en cuenta.
En el sector solemos decir que producimos tabaco, no fumadores. Y conviene explicar bien lo que significa: si Extremadura deja de producir, el tabaco no desaparecerá del mercado, simplemente se cultivará en otros lugares con peores condiciones laborales, medioambientales y de calidad. Es decir, el consumo seguirá existiendo, pero la producción dejará de generar empleo en nuestras comarcas y pasará a manos de países que no ofrecen las mismas garantías. Esa es la verdadera disyuntiva: no se trata de elegir entre tabaco sí o tabaco no, sino entre producir aquí, de forma responsable y sostenible, o renunciar a ello para que se produzca fuera en peores condiciones.
El tabaco forma parte del ADN del norte de Extremadura. Es un cultivo que ha sabido adaptarse a los tiempos, profesionalizarse y responder a las exigencias de la sociedad y de la Unión Europea. Y ahora necesita, más que nunca, que nuestros políticos tanto del gobierno nacional como del regional reconozcan su valor y lo defiendan. Porque el tabaco se seguirá produciendo, aquí o fuera. La diferencia está en decidir si queremos que sea Extremadura quien lo cultive con calidad, sostenibilidad y empleo, o si preferimos que lo hagan otros sin esas garantías.